El dióxido de cloro es un gas de color amarillo que se descompone rápidamente en el aire. Se usa como blanqueador en las fábricas que producen papel y productos de papel y en las plantas de tratamiento de agua que producen agua potable.
El dióxido de cloro y el hipoclorito de sodio, un desinfectante comercializado como lejía o lavandina doméstica, son tóxicos si se ingieren y pueden causar una variedad de efectos perjudiciales para la salud.
¿Cómo el dióxido de cloro perjudica la salud?
Durante la pandemia, se han comercializado productos a base de dióxido de cloro o clorito de sodio publicitados como tratamiento médico para prevenir o curar el COVID-19, sin ninguna evidencia científica que apoye su seguridad o eficacia, y que además representan un riesgo para la salud de las personas que lo consumen.
La ingesta de estos preparados pueden provocar cuadros digestivos irritativos severos, con la presencia de náuseas, vómitos y diarreas, además de graves trastornos hematológicos, cardiovasculares y renales, entre otros.
Las sociedades científicas han alertado a la población sobre la ingesta o inhalación de estos productos. Pueden poner en peligro la salud de las personas y a la vez retrasar la atención médica oportuna, sumado a que ni el dióxido de cloro, ni el clorito de sodio han demostrado ser productos seguros o eficaces para tratar ninguna enfermedad, incluido el COVID-19.
Lo que dicen los especialistas
De acuerdo con Carlos Rius Alonso, investigador del departamento de Química Orgánica de la Facultad de Química (FQ) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el dióxido de cloro que ha sido utilizado como opción para el tratamiento de COVID-19 provoca efectos adversos en la salud. Entre ellos destacan la alteración de la actividad eléctrica del corazón, baja presión arterial, insuficiencia hepática aguda, vómitos y diarreas severas.
A su vez, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) no recomienda utilizar productos a base de dióxido de cloro por vía oral o parenteral (intravenosa, intraarterial, intramuscular y subcutánea) en pacientes con sospecha o diagnóstico de COVID-19, ni en ningún otro caso, porque no hay evidencia sobre su eficacia y la ingesta o inhalación de estos productos podría ocasionar graves efectos adversos.
La OPS recomienda también que la población evite consumir productos que contengan dióxido de cloro o sustancias relacionadas y que toda la comercialización de dichos productos con fines terapéuticos se informe a las autoridades. Por su parte, la Agencia para Sustancias Tóxicas y el Registro de Enfermedades (ATSDR) de los Estados Unidos también advirtió sobre los peligros para la salud de la ingesta del dióxido de cloro.
Ninguna de las acciones que describen los anuncios que lo publicitan en internet tiene base científica. Esos anuncios se centran en narrar anécdotas. No hay ni un solo estudio al respecto porque no existe una base científica inicial que haga pensar que el uso de este producto pueda curar o tratar el COVID-19, todo lo contrario, puede causar un daño severo en la salud.