Existen dos términos que se usan indistintamente en relación con las vacunas, los cuales, sin embargo, tienen significados completamente diferentes: eficacia y efectividad.
La eficacia se calcula en un ensayo clínico controlado en el que se escoge qué tipo de voluntarios participan, y se compara la vacuna contra un placebo. Mientras que la efectividad se calcula vacunando a todo tipo de personas en la vida real, y se comparan los vacunados contra los no vacunados.
De acuerdo con el Centro de Control de Enfermedades de EE. UU (CDC), “la eficacia y la efectividad de una vacuna miden la reducción proporcional de casos entre las personas vacunadas”. Sin embargo, el término eficacia se utiliza para hacer referencia a «un estudio que se lleva a cabo en condiciones ideales, por ejemplo, durante un ensayo clínico». Por otro lado, el término efectividad se usa para «un estudio que se lleva a cabo bajo las condiciones ambientales típicas, es decir, menos controladas».
En términos más simples, la principal diferencia entre eficacia y efectividad es que el primer dato se obtiene a partir de datos de laboratorio, mientras que el segundo se extrae de los estudios realizados cuando la vacuna se administra a la población.
Eficacia y efectividad: ¿cómo se interpreta en las vacunas?
Por lo general, lo esperable es que la eficacia sea mayor que la efectividad, ya que esta se mide en condiciones ideales. Cuando empieza a vacunarse a la población el entorno, ya no está tan controlado y, además, la muestra es tan grande que se pueden incluir factores que no se tuvieron en cuenta durante el ensayo clínico.
En el caso de las vacunas contra el COVID-19 que completaron su ciclo de desarrollo y empezaron a implementarse a final de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) había establecido un mínimo del 50% de eficacia para respaldar las vacunas.
Los aprobados hasta la fecha por la Agencia Europea del Medicamento (EMA) y la FDA estadounidense superan con creces esa cifra. La vacuna desarrollada por Pfizer y BioNTech arrojó una eficacia del 95%, muy similar a la de la farmacéutica Moderna (ambas basadas en la tecnología de ARN mensajero). Asimismo, las vacunas de AstraZeneca y Oxford, con un 70% de eficacia, y de Janssen, con un 74% de eficacia.
En este contexto, imaginen a 100 personas con COVID-19, una eficacia del 90% significa que, de haber recibido la vacuna, solo 10 hubieran caído enfermas. La eficacia de la vacuna es la reducción relativa del riesgo: sea cual sea tu riesgo, se reduce en un 90% si te vacunan.
De hecho, estudios han demostrado que la mayoría de las vacunas contra la gripe no tienen más de un 40% de efectividad, pero logran un altísimo nivel de eficacia, porque salvan millones de vidas.
¿Cuál es el objetivo de las vacunas?
Los expertos explican que el objetivo de todas las vacunas de COVID-19 que están circulando en el mundo no es que uno no se enferme, no busca que uno evite contagiarse del virus, eso en algunas vacunas puede ser un objetivo secundario. El objetivo de las vacunas es que uno no enferme grave o no muera a causa del virus.
Lo que se está viendo con algunas vacunas más que con otras, es que la gente que sí se llega a enfermar tiene una carga viral menor, porque algo de respuesta inmune tiene. Por lo tanto, el cuerpo es capaz de controlar la enfermedad, hace que la enfermedad sea muy asintomática o leve y, si bien tienen la capacidad de contagiar a otras personas, esa capacidad está disminuida con respecto a cuando el individuo no está vacunado.
Aunque no se cuenta con datos concluyentes sobre por cuánto tiempo quedan inmunizadas frente al contagio las personas que reciben las diferentes vacunas, los científicos insisten en que la prioridad es vacunar la mayor cantidad de personas cuanto antes.
Aprendamos a diferenciar esta terminología y dar importancia real al proceso de vacunación que se está llevando en el mundo para contener el COVID-19, participemos de este y sigamos cuidándonos.