
Fondo de ojo: ¿qué es y cuál es su utilidad?
El procedimiento es simple y no invasivo: el paciente se sienta en una silla y el médico utiliza una luz brillante para iluminar la retina mientras mira a través del oftalmoscopio.
¿Toser puede salvarte de un infarto? ¿Le parece una recomendación errónea? Porque de hecho lo es. Uno de los mitos más populares -y peligrosos- es que, si se tose con mucha fuerza al primer síntoma o atisbo de un ataque cardíaco, este acto podría salvarle la vida y mitigar los efectos de un posible infarto.
El mito se debe en gran parte al rumor electrónico de hace unos años acerca del estudio del médico polaco Tadeusz Petelenz. Este profesional de la salud aseguraba que la acción de bombeo causada al toser vigorosamente podría impulsar la sangre a través del cuerpo e irrigar el cerebro durante los valiosos minutos que tarde en llegar una ambulancia.
Y a esto se le suma la confusión sobre una recomendación de toser que sí existe para los pacientes que presentan una arritmia súbita (ritmo cardiaco anormal). Puede ser posible que una persona consciente y con capacidad para moverse tosa fuerte y repetitivamente para, mediante el aumento de la presión en el tórax, desarrollar un mecanismo reflejo capaz de abortar cierto tipo de arritmias.
Los infartos se deben fundamentalmente a una obstrucción que impide que la sangre fluya hacia el corazón. La causa más frecuente de obstrucción es la formación de depósitos de grasa en las paredes internas de los vasos que aportan sangre al corazón, con lo cual los vasos se vuelven más estrechos y menos flexibles.
Cada año, alrededor de 12 millones de personas mueren por un infarto. Ante una cifra tan alarmante como esa es importante -en primer lugar- no hacerse eco de mitos y aprender a reconocer los síntomas de un infarto para poder actuar oportuna y adecuadamente.
Los infartos empiezan generalmente como un dolor en el centro del pecho que dura varios minutos o tiende a repetirse. El malestar puede consistir en una sensación de presión, opresión o repleción y puede irradiarse hacia los brazos, el hombro izquierdo, los codos, la mandíbula o la espalda. Otros síntomas son la dificultad para respirar o falta de aliento, pueden presentarse náuseas o vómitos, mareos, sudor frío, palidez y pérdida del conocimiento.
Para reducir el riesgo de padecer un infarto, es un importante tener un estilo de vida saludable. Se recomienda:
El procedimiento es simple y no invasivo: el paciente se sienta en una silla y el médico utiliza una luz brillante para iluminar la retina mientras mira a través del oftalmoscopio.
Esta evaluación se puede realizar de diferentes maneras, pero la forma más común es mediante el uso de un tonómetro de aire. Este instrumento emite un chorro de aire sobre la superficie del ojo.
Es fundamental que los empleadores realicen evaluaciones de riesgos y proporcionen los equipos necesarios para garantizar la seguridad y salud de sus trabajadores.
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